“Para matar
mi curiosidad, entro con frecuencia en la página, y en ella
descubro, aunque ya lo hubiera visto, cosas que a veces pasan
desapercibidas, rostros que uno tiene que desandar muchos años
para llegar nuevamente hasta ellos, parajes que uno transitó y
que no son muchas las variantes que el tiempo ha puesto sobre
ellos. O quizá se trate de que uno mismo no permite que varíen,
que queremos que todo permanezca igual, que no nos lo mancillen,
que no nos roben esa propiedad privada del recuerdo, que es la
propiedad privada más genuina. Por eso acudo a la página,
inclusive para verme egoístamente yo mismo, no en las fotos
donde aparezco, que eso es lo de menos, sino en los regatos, en
los prados, en los trigales, sobre el puente o bajo de él, en el
campanario, sobre todo en el campanario que tantas veces los
badajos obedecieron a mis impulsos. Pero más que todo, los
rostros de las personas. Adivinar este semblante, sacar
conclusiones de aquél, identificar los nombres con sus
personalidades, todo eso. Se trata de un ejercicio que más que
de rastreo es de meditación. Es decir, ese volver a las andadas
por necesidad”.
Adolfo Carreto
(Venezuela)
Fotos cedidas por F. Martín, Jose Manuel y Dolores
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