Zarza de Pumareda

Historia

Orígenes indocumentados

Autor: Joan Martín Grimau

Hoy, primer día de este año 2007, me ha dado por echarle una ojeada a la web de la Zarza.  Hacia los orígenes  históricos  del  pueblo, ha quedado orientada mi mirada a la que he tenido que seguir, a través del artículo de José Alburquerque, en acto de lectura.

A veces las palabras son como guijarros lúdicamente lanzados desde el continente de un texto hacia las corrientes contenidas en cascada a diferentes niveles de profundidad de quien lee. Entonces escribir es describir... la remoción y mezcla de la diversidad de partículas que el paso de los guijarros provoca en desordenadas corrientes y remolinos (de los que también hay que dar cuenta). Luego, con el reposar despreocupado de la lectura, seguro que guijarros y turbulencias acaban por posarse ordenada y quietamente en estratos de profundidad creciente y según el peso específico de cada palabra (si es que estas palabras contienen algún peso de pensamiento o de esa atracción llamada sentimiento).

He aquí algunos guijarros esparcidos por el artículo: Tierra de Nadie, que aparece una y otra vez en el texto. Y este mi remolino hecho de mezclados sentidos: Tierra de Nadie, igual que de Nadie es la Tierra toda, donde no debería caber otra frontera que la mental para delimitar a un lado identidad y al otro propiedad. ¿De quién la Tierra? ¿De nadie? ¿Luego de identidad, nada de nada? Sí, identidad, sí. La de pertenencia a un lugar (relativos, como son todos los lugares) porqué es más lo que, y sobre todo como lo, ofrezco que lo que recibo. Y a ser posible este más  y este como ponerlo en lugar del absurdo desierto estratégico en que puede convertirse nuestro Mundo.

Otras piedrecitas lanzadas al río: Zarza y, quitándole la monda a Pumareda, Manzana. En el corazón de los orígenes, es decir en los Astures llegados, en sus corazones, portaban lo dulce de su tierra de origen, lo festivo y sano: Tierra de Manzanas. Pumareda, le pusieron al lugar. Y en la tierra de llegada, tierra marginal, Zarzas; que había que desbrozar, y también gustar su humilde fruto. Y así hicieron.

Y ¿por qué no intentar ver el espíritu al trasluz de las palabras; ver el ánimo, aquello que debería animar a los primeros pobladores estables de este lugar, aún más allá de sus carencias? En su corazón, la Tierra que dejaron: Pumareda. Y a las puertas de ese su mismo corazón, el fruto propio de este lugar: las Zarzas. Y ensamblando (que es la única manera de poner, cuando ello es posible) le pusieron: Zarza de Pumareda.

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