La fuente excomulgada de
La Zarza de Pumareda
MITOS
Y
LEYENDAS DE SALAMANCA
Escrito
por: Raúl Martín
Domingo, 17 de Noviembre de 2013 -
SALAMANCA24HORAS.COM rescata del olvido nuevos relatos sobre los mitos,
leyendas e historias prodigiosas de la tradición salmantina
El agua goza en ciertos manantiales de un gran poder mágico. Por doquier
rezuman arroyos a los que se les atribuye el don de eliminar conjuros y
el mal de ojo, de curar enfermedades y obrar portentosos milagros. En la
provincia de Salamanca son múltiples los pozos con unas especiales
propiedades, siguiendo el mito de la fuente de la juventud, símbolo de
la inmortalidad, que supuestamente rejuvenece y otorga la vida eterna a
quienquiera que beba de sus aguas o se bañe en ellas. Pero las fuentes
son también lugar de encuentro y, por tanto, parajes ideales para
protagonizar pecualiares historias que transmitir de generación en
generación en momentos de reunión de familia y amigos durante alguna
festividad. Es el caso de la fuente excomulgada de La Zarza de Pumareda.
Cuenta la leyenda que en este municipio del oeste del territorio charro,
allá donde comienzan Las Arribes, había un cura que poseía varias
yeguas. Gustaba de sacarlas al campo para que experimentaran la
sensación de libertad y degustar los suculentos pastos. Gozaba con la
estampa que los animales le proporcionaban brincando y galopando. Ellas
le devolvían el favor regresando cada tarde a su establo para recibir
los cuidados del párroco. Las adoraba. Cada una tenía su propio nombre y
respondía cuando así eran llamadas. Más que animales de compañía, se
habían convertido en amigas y compañeras de viaje por la senda de la
vida.
Pero un día las yeguas comenzaron a burlar el horizonte, escapando más
allá de la vista del cura. El hombre las seguía hasta el teso de Los
Navazos, en lo que actualmente es el límite con el término municipal de
Mieza, y allí bebían de una fuente conocida como El Bardial. Después
todos regresaban a La Zarza. Pero las fuerzas flaqueaban ya entre el
párroco. Era hombre de edad avanzada y le costaba caminar, aunque por
sus yeguas estaba dispuesto a exprimir hasta la última porción de
energía.
Hasta que una mañana de otoño, las yeguas acudieron a su cita con El
Bardial. El cura no pudo seguirlas. El cansancio era ya demasiado. La
fatiga se había acumulado y los largos paseos pasaban ya factura a sus
piernas. Casi deambulando, alcanzó a sus queridos animales pasado el
mediodía. Exhausto, bebió de la fuente, y tras refrescarse, con la mente
más lúcida, atribuyó sus males al abundante manantial. Aquella fuente
era la causa de que las yeguas acudieran tan lejos a pastar. Y recordó
los tiempos en que galoparan a su vera, cerca del establo. La nostalgia
se transformó en ira y el cura, levantando su mano izquierda, clamó a
los cielos: “Fuente, yo te excomulgo”.
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Al momento el dulce fluir del agua se enturbió. Del manantial dejó de
salir el líquido elemento, para convertirse en una charca que poco a
poco se fue secando. Con nada que beber, las yeguas dejarían de acudir
hasta este lugar. Y así lo hicieron. El cura se dio por satisfecho y
pensó en volver a disfrutar de sus animales. Pero la naturaleza es
caprichosa y a la mañana siguiente las yeguas, siguiendo su instinto,
desafiaron de nuevo a su amo en busca de una fuente que había surgido
mucho más alejada de la anterior. Comprendiendo su error, el párroco se
arrepintió de lo acontecido, solicitó clemencia y se resignó a sólo
poder contemplar a sus animales al amanecer y el anochecer. Desde
entonces, a esa nueva fuente se la conoce como El Bardialón, mucho más
abundante que la primera. Y en Los Navazos hoy día vuelve a haber agua
en forma de pilón precisamente para que pueda abrevar el ganado de La
Zarza de Pumareda. |
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