Zarza de Pumareda |
Historia |
HISTORIA DE UNA CRUZ DE PIEDRA Autor: José Alburquerque Rengel
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Cuando el Jefe de la Obra, Pablo de Cerezal, ayudado por una cuerda, me la entregó descolgándola del viejo muro que estábamos derribando, ni él ni yo sabíamos qué hacer con ella. El extraerla de la pared donde había permanecido, hay quién dice que más de ochenta años, no necesitó mucho esfuerzo, ya que el alojamiento, condenado a las inclemencias del tiempo, se había deteriorado tanto que amenazaba con soltarla y caer desde dos metros de altura. Mientras que Pablo se mostraba indeciso yo pensaba que lo más razonable sería entregarla a la Iglesia, si D. Javier se mostraba de acuerdo, o en el Ayuntamiento, a disposición de algún posible descendiente del antiguo propietario o escultor, hasta ahora desconocidos, pero finalmente acordamos colocarla sobre un muro que estábamos reparando en el patio trasero de la casa, a unos pocos metros de su anterior ubicación, esta vez sin ningún hueco que la aprisione, con los brazos libres y mostrándose al exterior con toda su integridad, para que todo el que la quiera ver la vea, sin que ninguna de sus partes quede oculta a los ojos indiferentes, curiosos, religiosos o creyentes, pues además del valor arqueológico, que pueda tener, que posiblemente no sea mucho, existe ese otro sentimiento oculto de temor a lo desconocido y al desasosegante recuerdo del hecho que un día ocurrió, en sus inmediaciones. Hecho triste y lamentable que fue el motivo por el que se colocó previamente allí como recuerdo y para conocimiento de generaciones posteriores, de un pueblo pacífico en el que algo así “no ocurre nunca”, pero que esta vez alteró sobremanera la tranquilidad de los vecinos de la Zarza de Pumareda. Sí, de una cruz de piedra estamos hablando, está esculpida sólo por su parte delantera, sobre un bloque de granito y semeja un gran disco solar de 27 cms. de diámetro, de cuyo centro salen 16 rayos en relieve, de los que cada 4 coinciden con los ángulos que forman los brazos de la cruz, cada brazo de 13 cms., a partir del perímetro exterior que terminan en 3 pequeños abultamientos en forma de bolas, el brazo inferior coincide con la peana o asentamiento. La espalda o dorso está sin tallar y la piedra el desconocido escultor la dejó en forma tosca y sin figura ni adorno alguno, sin que este detalle, en mi opinión, disminuya su belleza, sólo es cuestión de ver las cosas desde distintos puntos de vista. Mirando la cruz, ahora colocada sobre el muro exterior del patio, eran muchas las preguntas que se agolpaban en mi mente, si es que en la mente se pueden agolpar preguntas, lo cierto es que me inquietaba tenerla tan cerca y desconocer cuanto con la misma se relacionaba, no podía apartar de mi pensamiento tal incertidumbre y me propuse averiguar lo que pudiera, consciente de las dificultades que iba a encontrar en mi investigación, pues una cosa si sabía, que lo que ocurrió fue hace tantos años que pocos testigos vivos podrían quedar de aquella época y no podía hacer otra cosa que tomar nota de datos sobre la cruz vagamente transmitidos de padres a hijos y sin duda distorsionados en el tiempo. Sin embargo no cejé en el empeño y auque no haya conseguido una gran exactitud en los mismos, al menos procuraré relatarlos tal y como me los contaron, en la seguridad que quedan preguntas sin respuesta, procurando ser lo más fiel posible a la información recibida. Tanto Víctor y su esposa Rita como Martín y la suya, formaban dos familias de condición humilde pero honradas, pastores de profesión, ninguno de los dos nadaba en la abundancia, por eso la propiedad de una o varias ovejas para ellos era de vital importancia y precisamente fue éste, al parecer, el motivo de frecuentes disputas primero y del fatal desenlace después, con el resultado final de una muerte y la cárcel para el homicida que prematuramente envejecido y enfermo salió del penal para morir en este pueblo pocos años después, luego de una larga y triste enfermedad. El caso es que por comentarios malintencionados unos o bien intencionados otros, murmuraciones entre vecinos y familiares, tanto de uno como del otro bando, poco a poco, día a día, minuto a minuto, los ánimos se fueron encendiendo, royendo el alma y, encontrándose solos, a hora adecuada y lugar propicio, se desencadenó la ira mal contenida en ambos y el más rápido en reaccionar frente al otro, dio con éste en tierra como resultado de las heridas mortales recibidas. No vamos a comentar aquí de quién fue la culpa, ni es mi propósito averiguarlo, ochenta o noventa años son muchos años, el tío Martín murió y el tío Víctor pagó su cuenta con la justicia por el delito cometido. TESTIGO de todo, RECUERDO más bien, es la CRUZ DE PIEDRA que esculpida por delicadas y desconocidas manos ha permanecido y presente está, en el lugar del luctuoso suceso como centinela vigilante de lo que no se debe hacer y de la justicia divina, extendiendo sus brazos de granito, eternamente abiertos para acoger al pecador que, arrepentido, se acerca humilde a pedir perdón, recordándonos aquel Sagrado Mandamiento, que igualmente esculpido en piedra de granito entregó Dios a Moisés en el monte Sinaí: NO MATARÁS. Hoy, la cruz de piedra, ha sido retirada del viejo muro, del que, peligrosamente inclinada, amenazaba caer y romperse, más por el peso de los años que por su deterioro físico, ha dejado de estar aprisionada entre pedruscos y barro, hoy permanece sólo a unos pocos metros, sobre otra pared, libre totalmente, toda entera y visible, con los brazos abiertos, irradiando amor, ternura y perdón para todo el que la quiera visitar. Zarza de Pumareda, 20 de octubre de 2.006
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