Zarza  de  Pumareda                           Galería de arte


 

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Autor: Carlos Ramos
Tema: La Zarza. Cuando los dinosaurios jugaban al póker en el Uces
Técnica: Dibujo

 

EL PUENTE DE TODOS

No sé si ese puente se inventó para que por debajo pasara el río o si para que, sobre el río, se empinara el puente. Sospecho, eso sí, que ese puente se construyó para que en la Zarza nacieran los pintores. Puente de Angel, puente de Aurelio, puente de Carlos, puente de Manolo, puente de Nati, puente de Paco, puente de María José, puente de todos.

Puente de Angel, de color azul, que no ha podido cansarse con el tiempo. Puente de Aurelio,  que es el alma del puente.  Puente de Carlos, igualmente azuloso, con sus peñascos más azulosos todavía. Puente de Manolo, desprendiéndose del azul para vestirse del amarillo sol de frente. Puente de Nati, un poquito más pardo, pero sin poder desprenderse del musgoso azul. Puente de Paco, que une el dorado del campanario y el dorado del Torreón, un torreón que es dorado cuando el sol quiere y es blanco cuando quiere el sol. Puente de Maria José, un puente traído por el pincel de los caminos de Cerezal para poder rescatarlo.

Me quedo con todos los puentes pintados porque es el mismo, también el mío, el que me dio tres arcadas para esconder bajo ellas  encuentros amorosos de entre uno y otro lado del cauce. Así que cada quién pintamos el mismo puente según el color de nuestra personal necesidad.

Yo no pude ponerle color al puente. Le puse, eso sí, más de un secreto, más de una excusa para acercarse hasta él, más de alguna soledad que el tiempo se niega a olvidar. Un puente siempre es el matrimonio entre dos orillas, y hay que empinarse en él para que el cauce no nos arrastre. Por eso, el color de este puente es el color de todos los colores y también de todos los desafíos.

Díganme el tiempo que lleva ahí y no hay tiempo que lo desmorone. Sobre él han transcurrido todos los tiempos de las aventuras campesinas de uno y otro lado. Y si viene la riada e intenta, ya no podrá llevárselo porque ahí están Angel,  Aurelio, Carlos, Manolo, María José, Nati y Paco para impedirlo: lo inmortalizaron para siempre.

 ADOLFO CARRETO

Caracas, Venezuela 2003