PIEDRA
Y ALMA
Piedra
y alma, alma y perennidad. Y es que los puentes de Aurelio no
son el puente, son el alma del puente. La piedra de los puentes
de Aurelio es la piedra transfigurada, halada, intermediaria
entre agua y cielo, coloreada por el cielo y el agua. Por los
puentes de Aurelio no transitan pasos pesados, caminan,
silenciosamente, murmullos de ánimas buenas, de las que siempre
divagan por los caminos para mantener vivo el espíritu.
Ha
venido Aurelio desde Ávila, que es tierra de piedra y muralla,
y de mi devoción, a destaparnos el interior de nuestro puente.
Y es que a mi no me engañas, Aurelio; el alma de ese puente la
guardaron un día tus abuelos, José Manuel y tía Manuela, en
tu alma. Y ahí fue haciéndose transparencia, ahí fue convirtiéndose
en inmaterialidad, ahí se aterrizó para siempre como si se
tratara de una resurrección, de un camino hacia otros lugares.
¿Cuándo
pensé yo toparme con un puente que es inconfundible, con un
color debajo del puente que es la vida del color del tiempo que
no pasa, con unos tonos que no son tonos sino suspiros de tonos,
añoranzas, caprichos...
Así
que el color del alma de los puentes de Aurelio ha devuelto la
inmortalidad al entorno, nos ha sumido en el ensueño, nos ha
tendido la flecha del sendero hacia ese tiempo que fue, es y será.
¿Qué
quieren que les diga de los puentes de Aurelio si intento
auparme en ellos y es como si estuviera suspendido entre el
cielo y la tierra?. ¿Qué quieren que les diga cuando el pincel
toca al alma y el alma se vuelca en el pincel?. ¿Qué quieres
que te diga, Aurelio?. ¡Gracias!. ¡Con toda mi alma!. ¡Con
toda mi pluma!
Adolfo
Carreto
Caracas,
Venezuela, octubre de 2003 |